Una Reflexión desde la Prisión
En todas las cárceles de Chile se cuenta a los prisioner@s 2 veces al día, la primera en
la mañana, inmediatamente después del desencierro y la otra aproximadamente a las
16:30, hora del encierro. Allí los pres@s han de formarse en una fila y en presencia de
los gendarmes, auto contarse del primero al último. Es una ocasión donde se busca el
aleccionamiento ejemplicador, inscribiéndose de manera más intensa que en otras el
control sobre los cuerpos y la sanción normalizadora. Ya he pasado la “cuenta” más de
60 veces (en mi anterior encarcelamiento lo hice unas 11.500 veces). Aún no atisbo
cuando será la ultima vez que lo haré.
Hoy por hoy las prisiones de la concertación son espacios donde la vigilancia, el
encierro y el castigo son los lugares comunes. El hacinamiento alcanza niveles nunca
antes vistos, solo en el enorme Complejo Peninteciario que es el Centro de Detención
preventiva C.D.P.1 Santiago Sur se encuentra 12.000 personas en recintos diseñados
para un tercio de dicha cifra. El modulo “A” donde me encuentro, fue hecho para 80
personas, hoy somos 300. Es fácil imaginar las consecuencias materiales y psicológicas
que esto acarrea.
El Estado y el Gobierno, a través de gendarmería, mantiene el control de las prisiones a
través de la aplicación y mantencion permanente de políticas y mecanismos altamente
represivos, donde el uso y abuso de poder es lo usual. Todo esto se traduce en una
violencia constante por parte de l@s carceler@s hacia l@s prisioner@s; explicando
aquello, además, los altos índices de agresividad existentes entre l@s pres@s, donde es
común encontrar relaciones sociales de explotación y sometimiento de los más débiles
por parte de los más fuertes, en una verdadera espiral retroalimentada que no parece
tener fin.
Esta dinámica no permite ni siquiera atisbar algún espacio de desenvolvimiento u
oportunidad para aquell@s que esperan y sueñan poder salir de las formas de vida que
implica la delincuencia, la cual así se convierte en una estrategia de sobrevivencia.
Es evidente que las causas y motivaciones por las cuales las personas delinquen están
determinadas por las flagrantes injusticias y desigualdades que impone el actual sistema
económico y orden social al servicio de ricos y explotadores.
Esta situación es ocultada por el Gobierno de la Bachelet y la Concertación, negando el carácter estructural de la generación de pobreza, exclusión y marginalidad y por ende, delincuencia. Para ellos la pobreza se combate construyendo nuevas prisiones, invirtiendo miles de millones de
pesos en ellas, creando siniestros lugares donde es posible invisibilizar a decenas de
miles de personas, sobre todo jóvenes (actualmente la edad promedio en las cárceles es
de 19 años, contra 29 años hace 15 años) que anualmente ingresan en estas mazmorras.
No es casual que los delitos contra la propiedad, uno de los principios básales de esta
sociedad de clases, sean la principal causa del inusitado aumento de personas presas.
Chile presenta el 2° lugar en América de número de encarcelad@s por cantidad de
habitantes, después de EE.UU., verdadero imperio de las prisiones con más de 2
millones de individuos tras las rejas.
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